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sábado, 4 de junio de 2011

Quien se fue a Sevilla perdío su silla


Esta frase o refrán, que se utiliza frecuentemente tanto por niños como por adultos para multitud de situaciones, viene a justificar la pérdida de algún derecho, propiedad o privilegio por el simple hecho de haberlo abandonado de forma momentánea.
La tradición quiere que su origen se remonte nada menos que al reinado de Enrique IV (1425-1474), cuando fue nombrado arzobispo de Santiago de Compostela un sobrino de don Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla. En aquellos tiempos el reino de Galicia estaba muy alborotado, y el sobrino pidió ayuda a su tío para poder tomar posesión de la sede episcopal.
Don Alonso de Fonseca accedió en ayudar a su sobrino, quedando convenido en que éste se quedaría a cargo del arzobispado de Sevilla mientras el tío pacificaba Galicia. Efectivamente, don Alonso restableció la paz en la revuelta diócesis de Santiago, pero cuando volvió a Sevilla para recuperar su cargo se encontró con la desagradable sorpresa de que su sobrino se negaba a devolverle la silla arzobispal hispalense.
Este enfrentamiento entre tío y sobrino creó un gran revuelo, siendo necesarios un mandamiento del Papa y la intervención del monarca con el uso de su fuerza para restablecer a don Alonso en su antiguo cargo.
De ser cierto que esta historia dio origen al refrán, se deduce que la ausencia perjudica no al que se fue a Sevilla, sino al que se fue de ella, por lo que debería decirse "Quien se fue DE Sevilla, perdió su silla".

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